LA LUNA
Érase una vez, en un bosque mágico, un conejo valiente y astuto llamado Hop Hare. Hop Hare era conocido en todo el bosque por sus nuevos poderes mágicos, que había adquirido recientemente tras un largo y peligroso viaje.
Una noche, mientras Hop Hare saltaba por el bosque, oyó un débil aullido a lo lejos. Curioso, siguió el sonido hasta que llegó a un claro donde vio a un grupo de lobos acurrucados, con aspecto preocupado y triste. Hop Hare se acercó a ellos con cautela y les preguntó: "¿Qué pasa, amigos míos? ¿Por qué estáis todos tan tristes?" El Lobo Alfa se adelantó y dijo: "Hop Hare, necesitamos tu ayuda. He caído enfermo y no puedo aullar a la luna llena. Según nuestra leyenda, si el Lobo Alfa no aúlla a la luna llena, la manada perderá su poder y la luna desaparecerá. desaparecerá."
Hop Hare se quedó atónito. Ya había oído hablar de la leyenda y sabía lo importante que era mantener el equilibrio del mundo. "Te ayudaré", dijo. "Pero, ¿cómo puedo ayudaros a recuperar vuestro aullido?". Los lobos explicaron que necesitaban una mezcla especial de lavanda y romero encantado para restaurar el aullido del Lobo Alfa. Habían intentado hacer la mezcla ellos mismos, pero no conseguían hacerla bien. Hop Hare sabía qué hacer. Pidió a los lobos que reunieran los ingredientes y se puso manos a la obra, mezclándolos con su magia especial. Mientras trabajaba, Hop Hare recitó un hechizo y la mezcla empezó a brillar con una luz azul.
Los lobos observaron asombrados cómo Hop Hare vertía la mezcla en la boca del Lobo Alfa. De repente, el Lobo Alfa empezó a aullar, y su aullido fue más fuerte y potente que nunca. La luna se alzó en el cielo y los lobos aullaron al unísono, enviando sus aullidos hasta la luna. La luna respondió con un suave resplandor y el mundo volvió a estar en equilibrio.
Los lobos estaban encantados y agradecieron a Hop Hare su ayuda. "Eres un verdadero amigo de la manada de lobos", dijo el Lobo Alfa. "Siempre recordaremos lo que has hecho por nosotros". Y así, Hop Hare y los Lobos Lunares se hicieron buenos amigos, y a menudo se encontraban en el bosque y compartían historias de sus aventuras.
La luna seguía brillando con fuerza y el mundo permanecía en equilibrio. Y siempre que los lobos aullaban a la luna llena, recordaban al conejo mágico que les había ayudado a recuperar su poder.
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